5.2.10

Cárteles y Neo-Paramilitares

Según un estudio periodístico reciente, el desarrollo de los cárteles mexicanos no se ha visto debilitado en forma considerable con la Guerra contra las Drogas, sino más bien han crecido.

En especial el cártel de Sinaloa y el del Golfo/Zetas, todas las organizaciones de narcoterrorismo han podido abrir representaciones en casi toda la región. De acuerdo con los hallazgos reportados, son 19 los países latinoamericanos con la presencia, a veces simultánea, de varios de estos grupos.

Incluso en Estados Unidos los cárteles mexicanos han desplazado a productores y distribuidores tradicionales como la FARC colombiana. No obstante, hay algo interesante en el trasfondo de este fenómeno.

Al parecer, la disminuida fuerza de las FARC, resultado de los ataques recibidos por el gobierno colombiano, permitió esta apertura en su país de la competencia mexicana. No obstante, cabe decir que es posible que incluso grupos de tanta influencia como el de Sinaloa, no tienen tanto en ese país sudamericano. Y es que ahora parece que la competencia narcotraficante se ha diversificado.

El Human Rights Watch recientemente publicó un estudio que muestra la re-autoactivación de las fuerzas paramilitares en Colombia, pero sin los propósitos políticos que antes las caracterizaban, sino que su principal negocio ahora es el narcotráfico.

Sólo para mostrar que hierba mala nunca muere. Tanto, que incluso se aloja en los lugares menos esperados. ¿Serán capaces los cárteles mexicanos de dominar las naciones latinoamericanas?

Estratégicamente hablando, podrán coercionar a las competencias locales a su favor.

Pero ¿qué hay de la respuesta civil en este asunto? Los paramilitares, teóricamente, sirven los intereses del Estado, y en varios casos surgen para llenar un vacío de competencia gubernamental, como es el caso de fuerzas de "auto-defensa". Pero ahora resulta que toman vida e intereses económicos propios, ajenos a materias de defensa y seguridad. Dadas las características de los cárteles mexicanos, es improbable a estas alturas que una propuesta de coexistencia entre el Estado y el narco, tal como se hizo en los años noventas en Colombia, sea una opción.

Estos desarrollos recientes implican que años después de haber considerado el problema de narcotráfico -más o menos- estabilizado en Colombia, el problema aún persiste y con riesgos de agravarse aún más. Si es así, ¿qué le espera a todas las naciones latinoamericanas?

Un recordatorio más de que el consumo vía canales ilíticitas alimenta en peligro enorme.

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